jueves, 21 de enero de 2016

Hacer lo que debes, lo que es correcto.

Desde hace meses no escribo en el blog, te pido disculpas, las tareas que me he buscado, y las que no me he buscado, me han tenido bastante ocupado.
Intento retomar los escritos y quizá con un poco de suerte la asiduidad con la que he ido publicando.

Hoy toca escribir sobre si haces o no lo que debes, es más si haciendo lo que debes, lo que crees que es correcto te critican.
Permíteme que te lo cuente como una historia, como un pequeño cuento, quizá así tú y yo nos pongamos en escena y quizá encuentres en alguno de los personajes alguna similitud contigo.

Manuel es moreno, alto, un poco sobrado de peso, pero en forma. Una persona tranquila, amante de sus amigos y de su familia, cada vez más intenta mantener una vida coherente entre lo que piensa, lo que dice y lo que hace. No es tarea fácil, pero nadie le dijo que lo fuera. Ha elegido el camino difícil, lo sabe, por el contrario a mucha gente, ha decidido seguir estudiando, todos los años estudia algo nuevo, no quiere quedarse en el trabajo que tiene y en su mente abundan decenas de proyectos y cientos de ideas.

Dado que es un hombre que ha dedicado más esfuerzo a cultivar su mente, sus principios y su espiritualidad su cuerpo aunque fuerte, no luce como un cuerpo atlético. Esto le ha supuesto algún comentario jocoso de sus amigos, comparaciones sobre masa muscular e incluso comentario peyorativo en cuanto a sus capacidades físicas. Hace años esto le supuso algunas situaciones dolorosas ya que su ego se veía afectado, ahora sabe quién es, donde está y quienes son cada uno de sus amigos, sus carencias, sus virtudes. Sabe que estos comentarios aunque inicialmente pueden dañar, son producto de sentimientos de inferioridad o de comparaciones puramente animales, ancestrales. El hombre debe ser fuerte, duro, las mujeres delicadas y sumisas, aún hay gente que piensa así, lamentablemente.

José es moreno, delgado, fibroso, cultiva su cuerpo más que su mente, de hecho lee poco. Aunque es más bajo que Manuel, anda muy erguido, mostrando sus músculos definidos bajo ropa ajustada, le gusta ser el centro de atención en las conversaciones en las reuniones de amigos, posturea en las fotos e intenta siempre quedar bien. No te dejes engañar lector, con todo lo anterior, José es un gran tipo, buena persona, dispuesto a hacer favores a cualquiera, incluso cede sus necesidades por hacer favores, siempre colaborativo. Únicamente ha preferido cuidar su cuerpo frente a otras cosas.

José aprecia a Manuel, ambos lo saben, aunque en ocasiones han tenido algún enfrentamiento o discusión, se aprecian, se respetan.
José tiene un carácter afable, le cuesta discutir, siempre tiene una palabra amable. Tiene ideas bastante estrictas de determinadas cosas y le cuesta cambiar de opinión, aunque al menos, hace por escuchar.

Javier es un hombre delgado, alto, ni guapo, ni feo, rubio oscuro y con figura atlética. Al igual que José, decidió hace tiempo dedicarse más a su cuerpo que a su mente, consiguió un  trabajo con más o menos esfuerzo y desde entonces se dedica a trabajar por encima de todo, a su familia y a mantener su cuerpo bastante bien. Es bastante pragmático, con un carácter fuerte y muy crítico, como suele pasar con este tipo de personas, en ocasiones tiene razón y la mayor parte de las veces no, aunque hace valer su opinión a base de elevar la voz y utilizar gestos y comportamientos agresivos.
Sus amigos le respetan, pero no le tienen mucho aprecio ya que sus muestras de aprecio son bastante limitadas incluso hacia su familia.

El corazón de Javier alberga rabia, rencor, no olvida ninguna de las situaciones que él considera ofensas, no deja pasar por alto ningún comentario que le pueda ofender, entrando a discutir cualquier situación.
No es muy coherente entre lo que dice y lo que hace, lo cual hace desconfiar a la gente de presenta dificultad en saber lo que piensa o lo que pensará de aquello que suceda en cualquier circunstancia o conversación.

El 15 de enero, una fría tarde de invierno, Manuel, José y Javier pasean por una de las calles de la gran ciudad donde viven, al hacer aproximadamente dos horas caminando la sed les ha obligado a entrar en un bar, han pedido de beber unas cervezas y algún pincho para picar algo, el andar abre el apetito y los tres personajes son de buena boca y mejor estómago.

Pasa el tiempo mientras están charlando amigablemente sobre temas banales, sin importancia, el fútbol, las mujeres y una avería en el coche de José. Manuel reconoce su absoluto desconocimiento sobre la mecánica de los vehículos, José lo mismo, mientras que Javier con cierto aire de prepotencia comienza un monólogo sobre la mecánica y los conocimientos que ha adquirido gracias a su profesión.
Pasados unos minutos, por fin, consiguen desviar la conversación a otro tema y al poco deciden pagar, salir del bar y retornar a casa.


Así lo hacen y al salir del bar escuchan el pitido de un coche de manera insistente, buscan con la mirada el vehículo causante del ruido, un hombre sentado al volante de un coche toca el claxon de su vehículo repetidas veces para intentar que el propietario de un coche de color rojo retire su coche y él pueda salir de su plaza de aparcamiento, obstruida por este vehículo aparcado en doble fila. Rápidamente se dan cuenta que aunque está un poco alejado del bar es muy posible que no pueda salir del aparcamiento porque alguien del bar ha aparcado su coche obstaculizando la salida del otro. Manuel sin mediar palabra se da la vuelta con el ánimo de retroceder los pocos pasos andados, Javier le coge del brazo y le increpa.

- ¿Qué haces? ¿Dónde vas?
- Déjame hombre, no me agarres del brazo, voy a avisar a alguien del bar.
- Pero… ¡Tú estás tonto! ¡No te metas! ¡A ti que te importa!
- No te metas macho a ver si al final vas a tener un problema –Dice José.
Manuel sonríe a  Javier, mueve la cabeza y abre la puerta del bar.
- Perdón, hay un coche pitando un poco más arriba porque hay un coche rojo aparcado en doble fila que no le permite salir ¿es de alguien?
- ¡Ostras! A ver si va a ser el mío… ¡Gracias!
El hombre sale corriendo del bar mientras saca las llaves que tiene en un bolsillo de su abrigo. Manuel sale del bar detrás de él.
- El coche es de ese hombre.
- Que poco detalle -Dice José- Podía estar un poco atento.
- Bueno, mira, al menos lo va a quitar ahora.
- ¿Y tú? ¿para qué te metes? -Le increpa nuevamente Javier.
- Tío, déjame en paz, lo he hecho porque creo que hay que hacerlo, hay que ayudarse.
- Déjale macho, creo que ha hecho bien. –Le apoya José.
- Sois bobos los dos, la gente va a su bola, nadie se preocupa de nadie, déjate de la tontería de la inteligencia emocional y el Reiki y bobadas de esas y preocúpate de ti, que nadie se va a preocupar de ti cuando algo te pase.
- Buena mentalidad Javier, así nos va.
- Estoy con Manuel, si fuéramos de otra manera. Te aseguro que si todos tuviéramos este tipo de detalles, la vida sería diferente.
- ¡Bobadas! Sois unos imbéciles por pensar así.
- Dejemos el tema Javier, mejor dejémoslo. Creo que estás equivocado, pero ya te darás cuenta. – Comentó Manuel.
-  Sí, lo malo es que quizá entonces sea demasiado tarde. –Apuntilló José.

Prosiguieron andando, al pasar al lado del coche atascado nadie dio las gracias, nadie tuvo un gesto, nadie dijo nada.

Manuel sonreía.


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